Memorias de un calamar

Los calamares tenemos poca memoria y mucha tinta. Seguramente una cosa es consecuencia de la otra, y así podemos escribir lo que de otro modo olvidamos.

domingo, enero 22, 2012

Sal

Distraído, oigo ruidos.

Arrastra la puerta tras de sí, los tacones dibujan el itinerario establecido.

Cada día a las cinco y treinta y siete entra en casa.

Puedo adivinar hacia donde van los pasos, primero recorre el comedor, entra en la habitación, se descalza, sale directa hacia la cocina, pero ahora ya no suena el golpe firme y deciso de los tacones, sino un grave pero pequeño retumbar de talones desnudos golpeando la madera.

Distraído, oigo ruidos.

Separados por un estrato de hormigón, creo poder oler hasta su perfume que quedó impregnado en mí, el día que coincidimos en el ascensor, donde un corto y frío “hola” fueron sus únicas palabras.

Distraído, oigo ruidos.

Se perfectamente que pasará ahora, los talones se dirigen hacia otra zona de la casa, espero esos acordes... no cambian... espero escuchar esa voz en la lejanía, Sting amortiguado revolotea sobre la melodía, “Dienda” comienza a caminar, no oigo las escobillas voltear sobre la caja, solo Sting i el piano.

Abro la ventana, coches, niños, aire, entran en mi casa, me sacan de mis pensamientos y Sting desaparece.

Sonrío y ese pequeño esbozo de felicidad me da ánimos para subir y pedir: “Tienes un poco de sal?”


miércoles, enero 11, 2012

Rigatoni y arena

El estadio estaba lleno, eran las finales de triple salto.

Las banderas hondeaban al viento, la tensión entre los saltadores se podía notar en algunos por sus músculos tensos, otros eran de sonrisa fácil.

Rigatoni calentaba en una banda, estaba concentrado en sus movimientos mecánicos, aprendidos durante años e interiorizados de forma automática.

Llevaba cuatro años esperando las finales. El camino para llegar a ellas, tampoco fue fácil.

Los entrenamientos solían ser duros, largos trotes para empezar, luego carreras para coger fondo, y finalmente depurar la técnica.

Eran muchos saltos, batir la tierra de forma repetitiva, una dos, veinte veces.

Caídas sobre tierra humeda, para acabar viendo sonreir el cielo.

Primeros saltos, los gritos acompasaban los corredores.

Rigatoni con mirada fija contaba los pasos.

Afortunadamente pudo llegar a las finales, otros habian quedado por el camino.

Era el momento decisivo, Rigatoni cogió carrerilla, la línea blanca se acercaba tremulosamente, primera batida, fue más fácil de lo que pensaba, volaba pero los pensamientos frenaban la inercia, “si me clasifico todo cambiará, vendrán largos viajes, eternas promociones de prendas deportivas y bebidas isotónicas, prensa, radio".....pafffff, segunda batida, la altura era la adecuada “mi rutina se alterará, nuevos cambios, nuevas gentes", el pequeño mundo creado a base de años y rutinas se desmonoraba......pafff, tercera batida, nunca imaginó que el peso de una medalla tan pequeña llevara una carga tan pesada.

La caída fue dura, finalmente el corto trance fue agitado por el el sabor de arena en la boca.