Curioso fin de semana
Pasé el fin de semana en la montaña.
Sobre la ruta todo eran expectativas, dudas, hasta algún pensamiento inquietante.
Me equipé para la ocasión, me embadurné de un pegajoso hunguento repelente de mosquitos. El día pasó rápido, como el recreo para los niños.
Yo esperaba la noche.
Y como de costumbre en el bosque, los sonidos de la noche, empezaron a crecer, llenando cada hueco, sin dejar apenas espacio entre las hojas.
Pero todos tomaron posición, el viento, las ramas, el coro de insectos, las hojas, todos afinaban con prisas.
Y empezó como un susurro "pianissimo", los insectos comenzaron a crear la melodía, y la sinfonía empezó a moverse a tiempo de rachas de viento.
Me apoyé contra un arbol extasiado para gozar, para beber la "banda sonora" de esa noche.
Aparecieron dos refulgientes luciérnagas, me miraron con sonrisa maliciosa, y se movían a tiempo de 5/4. Se adelantaban a los movimentos, suplantando al director.
Fui hipnotizado, y hasta una de ellas me hizo un guiño con el ojo.
Fui cautivado por ellas, como canto de sirenas.
No podía dejar de mirarles los ojos, brillaban y sonreían.
Con ellas vi el amanecer, sus ojos eran mis ojos.
Sobre la ruta todo eran expectativas, dudas, hasta algún pensamiento inquietante.
Me equipé para la ocasión, me embadurné de un pegajoso hunguento repelente de mosquitos. El día pasó rápido, como el recreo para los niños.
Yo esperaba la noche.
Y como de costumbre en el bosque, los sonidos de la noche, empezaron a crecer, llenando cada hueco, sin dejar apenas espacio entre las hojas.
Pero todos tomaron posición, el viento, las ramas, el coro de insectos, las hojas, todos afinaban con prisas.
Y empezó como un susurro "pianissimo", los insectos comenzaron a crear la melodía, y la sinfonía empezó a moverse a tiempo de rachas de viento.
Me apoyé contra un arbol extasiado para gozar, para beber la "banda sonora" de esa noche.
Aparecieron dos refulgientes luciérnagas, me miraron con sonrisa maliciosa, y se movían a tiempo de 5/4. Se adelantaban a los movimentos, suplantando al director.

Fui hipnotizado, y hasta una de ellas me hizo un guiño con el ojo.
Fui cautivado por ellas, como canto de sirenas.
No podía dejar de mirarles los ojos, brillaban y sonreían.
Con ellas vi el amanecer, sus ojos eran mis ojos.
2 Comments:
Demostración de que un calamar en la montaña no es lo mismo que un pulpo en un garaje.
De hecho no tiene nada que ver.
Un calamar embrujado por un par de luciérnagas que le atraen hacia el bosque. Suena a cuento con elfos.
:)
menudo fin de semana el tuyo..
cuidadito con las luciernagas, que les da por apagarse y te dejan en la mas completa oscuridad!
beso
Publicar un comentario
<< Home